La composición de la población mundial ha cambiado de manera espectacular en los últimos decenios. En la actualidad, casi 700 millones de personas son mayores de 60 años. Para 2050, las personas de 60 años o más serán 2000 millones, esto es, más del 20% de la población mundial, y por primera vez en la historia de la humanidad, para ese año, en el mundo habrán más personas mayores de 60 años que niños.El aumento de la esperanza de vida ha incidido en estos porcentajes, pues mientras que entre 1950 y 2010, la esperanza de vida en todo el mundo había aumentado de los 46 a los 68 años, está previsto que aumente hasta los 81 años para fines del siglo. Es importante resaltar que en la franja de las personas de 60 años o más, el número de mujeres superan el de hombres en unos 66 millones; entre la de 80 años de edad o más, el número de mujeres prácticamente duplica el de hombres, mientras que entre las personas centenarias hay entre cuatro y cinco veces más mujeres que hombres, lo que tiene particular resonancia pues ellas además se enfrentan a desigualdades como consecuencia de los papeles basados en el género que representan en la sociedad, influyendo en el acceso a los recursos y a las oportunidades, volviéndose más marcadas esas desigualdades entre las personas de edad. Como consecuencia de ello, las mujeres de edad tienen más probabilidades de ser pobres que los hombres; además, con frecuencia ellas asumen mayores responsabilidades en lo referente a la atención de la familia, al tiempo que se enfrentan a condiciones de trabajo inflexibles, edades de jubilación obligatorias y pensiones y otros beneficios sociales insuficientes, todo lo cual las deja, a ellas y a las personas a su cuidado, en una situación de extrema vulnerabilidad.
Está claro, por tanto, que es necesario prestar mayor atención a las necesidades y desafíos particulares de las personas de edad, pues una buena salud, seguridad económica, una vivienda adecuada, un entorno propicio, acceso a la tierra y a otros recursos productivos, son todos elementos fundamentales para envejecer con dignidad. Asimismo, no debemos olvidar que las personas de edad pueden seguir contribuyendo de manera esencial al buen funcionamiento de la sociedad si se establecen las garantías adecuadas.
Así, los derechos humanos se hallan en la base de todos los esfuerzos en este sentido, y los tratados de derechos humanos más fundamentales cuentan con numerosas obligaciones implícitas relacionadas con las personas de edad, aunque no contienen disposiciones concretas centradas en ellos. Esos instrumentos se aplican a las personas de edad de la misma manera que se aplican al resto de las personas y protegen sus derechos humanos esenciales, incluido el derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental, el derecho a no ser sometido a torturas ni a otros tratos inhumanos o degradantes, el derecho a la igualdad ante la ley, y el derecho a un nivel de vida adecuado y sin discriminación por ningún motivo.